¡Se fue la luz! El apagón que dejó a España y Portugal en la oscuridad

Todo iba bien en la península ibérica hasta que, a eso de las 12:33 del mediodía del 28 de abril de 2025, se apagó la fiesta. Literalmente. Sin aviso ni cortesía, millones de personas en España, Portugal, Andorra e incluso el sur de Francia se quedaron sin electricidad. Como si alguien hubiese desenchufado Europa del alargador. Desde luego, si los lunes ya eran difíciles, este se coronó.

El apagón no fue cosa de andar por casa. Afectó a más del 60% de la generación eléctrica en cuestión de segundos. Ciudades como Madrid, Lisboa, Sevilla, Oporto y Toulouse vieron cómo se paralizaban trenes, ascensores, semáforos y hasta los hornos del pan del desayuno tardío. El caos fue inmediato. Las redes sociales ardían mientras las calles se quedaban frías, oscuras y en silencio… salvo por las sirenas de emergencia.

Red Eléctrica de España (REE) y REN (Portugal) aún están echando humo de tanto revisar datos. Lo que sí sabemos es que no se trató de un sabotaje ni de un fallo técnico en una central cualquiera. Las primeras investigaciones apuntan a un fenómeno geomagnético —sí, como esos que suelen mencionar los científicos en documentales que nadie entiende del todo. Este tipo de evento, que puede tener origen solar, afecta las líneas de transmisión de alta tensión y genera desequilibrios en la frecuencia de la red.

Dicho de forma más llana: una tormenta solar (o algo parecido) pudo haber sacudido los cables eléctricos como si fueran cuerdas de guitarra mal afinadas. Eso activó los sistemas automáticos de seguridad, que, muy obedientes ellos, apagaron secciones enteras del sistema para evitar daños mayores. Pero claro, al ser todo tan interconectado, el sistema dijo: «¿Sabes qué? Me voy a dormir todo entero.»

Mientras algunos barrios tenían suerte y contaban con generadores de emergencia —hola, hospitales y centros de datos—, otros se encontraron improvisando con linternas del móvil y recordando cómo era la vida antes del Wi-Fi. Los semáforos colapsaron, el transporte público quedó varado y hasta los ascensores se negaron a colaborar.

Lo más gracioso —si se le puede encontrar humor al apagón— fue ver cómo la gente volvía a hablar cara a cara en los bares… hasta que se acabaron los hielos. Los más tecnológicos aprovecharon para tomarse un café con los vecinos y filosofar sobre la dependencia energética. Otros, simplemente, se echaron la siesta. España siendo España, al fin y al cabo.

La consecuencia inmediata fue el caos. Pero a largo plazo, lo que queda es una gran interrogante: ¿Estamos preparados para un fallo de estas características? Expertos en energía han alzado la voz para pedir mayor inversión en sistemas más resilientes, protección contra eventos solares y alternativas descentralizadas como la energía solar doméstica y el almacenamiento en baterías.

Las autoridades ya se han puesto las pilas —y esperemos que sean recargables—. REE ha prometido auditorías y la implementación de medidas de refuerzo. En Bruselas, la Comisión Europea ya está moviendo papeles para una directiva sobre estabilidad energética y cooperación transfronteriza, porque si algo quedó claro es que este tipo de eventos no entiende de fronteras.

Y aunque la luz volvió en cuestión de horas, la duda persiste. ¿Podría volver a pasar? La respuesta corta: sí. Pero con suerte, la próxima vez nos pilla más preparados. O al menos con la batería del móvil al 100%.

Fuentes consultadas:

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